En casa de mis padres siempre hubo un artilugio de madera con un cajoncito y una almohadilla con muchos alfileres y unos bastoncitos de madera colgados de hilos, aquel artilugio no era más que el bolillero de cuando mi madre era pequeña, y a mí me venía genial para jugar a cajeras, pues no se me ocurría cómo poder sacarle otro partido a aquel juguete. Muchos años después mi madre comenzó a ir a clase de bolillos y he ahí que descubrí para qué servía realmente mi imaginaria caja registradora. A pesar de todo, es una de las pocas labores que aún se me resiste, no veo cómo puede salir un ganchillo tan extremadamente fino y delicado, con ese lío de palillos colgando de hilos superfinos y una maraña de alfileres que parece que son la guía a seguir para conseguir el dibujo deseado. Os cuento esto porque hoy os voy a mostrar la limosnera que ha hecho mi madre para mi niña que tomará la Comunión en el próximo curso. Mi madre, Mª Teresa, a la que debo mi nombre entre otras muchas cosas, hace unos pocos años retomó su antigua afición a los bolillos y este año entre otras cosas ha realizado este bonito bolsito, un pañuelo a juego y un abanico para el día de la comunión. Gracias mamá, nos encanta tanto a Carolina como a mí. En este momento no tengo el abanico en mi casa con lo cual no he podido hacerle una foto, pero si tengo foto de otro abanico en tonos malvas que ha hecho hace poco. Que tengáis un buen día.
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